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El insomnio lleva a 7 de cada 10 personas que lo sufren a tener depresión o ansiedad

El insomnio lleva a 7 de cada 10 personas que lo sufren a tener depresión o ansiedad
NOTICIA de Javi Navarro
12.05.2013 - 16:01h    Actualizado 07.03.2024 - 12:36h

Llevar una vida regular, no tomar estimulantes, realizar ejercicio físico de forma continuada, realizar algún ejercicio de relajación por la noche, no ingerir bebidas alcohólicas, sobre todo por la noche, y no ver la televisión en la cama antes de dormir, son algunas medidas que pueden ayudar a combatir el insomnio primario. En personas con depresión o ansiedad que padecen insomnio, el riesgo de recaída es mayor. Además, el insomnio aumenta el riesgo de alcoholismo y adicción a sustancias. Los expertos destacan que la edad por sí sola no es un desencadenante del insomnio y que, en este sentido, las personas mayores sanas no tienen por qué padecerlo, pudiendo ser un signo de alerta de otra enfermedad, como la depresión.

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Otros datos evidencian que es un problema que afecta en esepcial a determinados sectores de población, dado que 8 de cada 10 jóvenes sufren insomnio al dormir poco y mal.

La pandemia y la falta de sueño

Según el último estudio sobre Salud Mental realizada por el CIS, un 41,9 % ha tenido problemas de sueño, un 51,9 % ha reconocido sentirse cansado o con pocas energías y un 38,7 % ha tenido dolores de cabeza, entre otros problemas como taquicardias, mareos o desmayos.. Y es que el insomnio es uno de los síntomas más frecuentes dentro de los síndromes mentales. Por una parte porque los trastornos del sueño influyen de forma significativa en nuestro estado emocional y cognitivo, y a la vez, nuestro estado emocional y nuestros pensamientos inciden sobre la calidad de nuestro sueño.

Con motivo del 19 de marzo, jornada en la que se celebra el Día Mundial del Sueño, 2021 es un año importante para hacer énfasis en esta celebración ya que los problemas de sueño están afectando muy directamente a la sociedad desde que comenzó la pandemia hace ya más de un año, tal y como destaca el psiquiatra Mauricio Vaughan, de la unidad de patología y adicciones de la Clínica López Ibor: “El insomnio en los síntomas mentales tiene una complejidad importante, precisamente por los múltiples factores que influyen bidireccionalmente (la salud mental en el insomnio y el insomnio en la salud mental). Muchas veces las personas intentamos solucionarlo por nuestra cuenta llevando a cabo medidas que funcionan solo a corto plazo, pero que a mediano plazo lo empeoran y hacen de esto un problema cada vez más difícil de solucionar. Por ello, es clave incidir que el insomnio no es sinónimo de utilizar pastillas para inducir o mantener el sueño”.

Problemas tras el insomnio

¿Cómo solucionar este problema que afecta a tanta gente? “Con frecuencia intentamos encargarnos del insomnio como si estuviese aislado de nuestros estados emocionales y los pensamientos que tiene asociado. Tomamos pastillas para inducir el sueño o mantenerlo sin identificar otros factores que estén generando el insomnio, o incluso en algunos casos, consumimos sustancias de abuso (como el alcohol o el cannabis) como una solución a corto plazo”, explica el doctor en psiquiatría, que añade que esto no es la solución: “El problema es que, aunque a veces el encontrar una pastilla o una sustancia que nos ayuda parece solucionar todos los problemas, esto no dista de ser una medida temporal cuando hablamos de salud mental”.

Detrás del insomnio puede haber otros problemas. ¿Cuáles? “Los síndromes mentales cursan con muchísima frecuencia con insomnio, precisamente por las alteraciones emocionales que le acompañan. Así que si no actuamos sobre estos, las sustancias que consumimos para inducir el sueño suelen, por un lado alterar el sueño normal y reparador (lo que llamamos la arquitectura del sueño) y por otro lado dejar de funcionar pasado un periodo de tiempo”, explica Mauricio Vaughan.

Además, pueden provocar otros peligros. como dependencia. “En ocasiones tendemos a aumentar la dosis de lo que tomamos y repetir este patrón hasta llegar incluso a genuinos abusos o dependencias de sustancias legales, como el alcohol, ilegales (como el cannabis) o de uso médico (como el lorazepam, zolpidem o alprazolam)”.

Y el psiquiatra va más allá, puesto que incluso señala que puede llegar a provocar miedo a dormir, “que es cuando al llegar la noche se provoca un estímulo que genera miedo y de esta forma sufriremos más, puesto que nuestro cuerpo no está hecho para dormir con miedo”.

Relación entre el insomnio y la depresión o la ansiedad

Antes de la pandemia, las cifras indicaban que un cuarto de la población padecía insomnio, aunque si se siguen los criterios diagnósticos en los que se incluye la presencia de síntomas durante el día como fatiga o irritabilidad, se estima que este trastorno lo padece alrededor del 6 % – 8 % de la población. La relación del insomnio con otras patologías psiquiátricas, el manejo adecuado y el concepto de insomnio como un síndrome en sí y no como un síntoma, han sido algunos de los aspectos tratados en el marco del VI Congreso Nacional de la Asociación Española de Psiquiatría Privada, celebrado en Sitges, Barcelona.

Según la doctora Francesca Cañellas Dols, psiquiatra del Hospital Universitario Son Espases de Palma de Mallorca, “el 70 % de las personas que padecen insomnio tiene depresión o ansiedad. Asimismo, es de destacar que pacientes con alguna de estas enfermedades que presenta insomnio tienen más riesgo de recaída y presentan un pronóstico y evolución peores”.

Mujeres adultas

El grupo de población en el que la incidencia de insomnio es mayor es el de las mujeres y en mayor medida cuanta más edad se tiene. No obstante, la doctora Cañellas Dols explica que “si bien el sueño se deteriora con la edad en el sentido de que se fragmenta y se hace más ligero y la edad es un factor de riesgo para presentar insomnio, éste no es un trastorno que aparezca por el hecho de ser mayor, sino que normalmente es secundario a otra enfermedad, sobre todo a la depresión, o a la polimedicación por otras patologías, algo muy frecuente en personas mayores”.

Aunque en gran parte el insomnio es secundario a otra enfermedad, otros casos de insomnio no se pueden asociar a ninguna patología, sino que se trata de insomnios primarios. “El mejor tratamiento en el primero de los casos es tratar la causa o trastorno que provoca el insomnio”, explica la doctora Cañellas Dols. “En el caso de insomnios primarios, lo primero es enseñar a los pacientes a adoptar una serie de hábitos que ayudarán a combatir el problema: llevar unos horarios de sueño regulares, no intentar dormir durante el dia, no tomar estimulantes, realizar ejercicio físico de forma regular y nunca justo antes de acostarse, realizar algún ejercicio de relajación por la noche, no ingerir bebidas alcohólicas, sobre todo por la noche, y no ver la televisión en la cama antes de dormir”. En ambos casos, la atención debe ser multidisciplinar. Cuando estas medidas no funcionan existen terapias farmacológicas que, según esta experta, “en cualquier caso, se deben utilizar el menor tiempo posible”.

La falta de sueño se sufre más entre personas de clases bajas y niveles educativos inferiores

La falta de sueño se sufre más entre personas de clases bajas y niveles educativos inferiores

Para combatir la falta de sueño, además de contar ovejas, es posible acudir a la ciencia. Un equipo de científicos europeos ha puesto en marcha ‘laboratorios del sueño’ con el fin de estudiar los factores biomédicos y sociológicos que impiden dormir por la noche. Estos laboratorios se crearon en el marco del proyecto SLEEP RESTRICTION («The Biomedical and Sociological Effects of Sleep Restriction»), dedicado a investigar la influencia del estilo de vida contemporáneo, a menudo frenético, sobre la calidad del sueño. Algunos de los resultados determinan que un nivel educativo inferior o pertenecer a una clase social baja conllevan mayor falta de sueño.

El proyecto, dirigido por la doctora Tarja Porkka Heiskanen de la Universidad de Helsinki se sirvió de experimentos de restricción del sueño bajo condiciones controladas en los laboratorios mencionados. En uno de los estudios se restringió el patrón de sueño de hombres jóvenes y sanos a cuatro horas cada noche durante cinco días para a continuación contar con dos noches de sueño normal. Los resultados permitieron concluir que la restricción del sueño provoca cambios en el metabolismo energético, el sistema inmunitario y el sistema nervioso autónomo humano. También puso de manifiesto que la reducción del sueño podría provocar inflamación y estrés oxidativo y en consecuencia iniciar mecanismos involucrados en las enfermedades cardiovasculares.

Estudios con personas
En otro experimento en el que participaron noventa y siete personas se indagó en la influencia de los trastornos del sueño en las funciones metabólica, endocrina e inmunitaria. Los sujetos a estudio presentaban distintos trastornos del sueño como el síndrome de apnea obstructiva del sueño, el síndrome de las piernas inquietas e insomnio primario.

Los científicos al cargo descubrieron que el grado de perturbación se reducía en función de las medidas adoptadas para lograr la continuidad en el sueño. El estudio de los aspectos sociológicos de la falta de sueño mediante análisis cuantitativos reveló una conexión entre la pertenencia a un colectivo social desfavorecido y una incidencia elevada de problemas relacionados con el sueño. Las horas extraordinarias en el trabajo y los desplazamientos de gran duración hasta el mismo se asociaron también a una reducción del tiempo total empleado en dormir.

En el marco del proyecto también se realizaron entrevistas en Italia que revelaron hábitos de sueño deficientes entre aquellas mujeres que se ocupan del cuidado de los niños pequeños e hijos adultos que viven en casa. Los niveles más altos de trastornos del sueño se encontraron concretamente entre las mujeres que cuidan a ancianos o a familiares delicados.

Una encuesta realizada entre mujeres británicas de mediana edad reveló también que las mujeres con un nivel socioeconómico más bajo, y en particular las mujeres con nivel educativo inferior, tienen más probabilidades de sufrir alteraciones del sueño.

Consecuencias en la salud
No cabe duda de que casi cualquiera que haya pasado una mala noche, se ha sentido al día siguiente fatigado, de mal humor o con dificultades para concentrarse. Esta falta de sueño, sobre todo si se produce de manera asidua, puede tener repercusiones en la salud a largo plazo en forma de afecciones médicas crónicas como la diabetes, la hipertensión y cardiopatías, todas ellas capaces de reducir la esperanza de vida. Estudios adicionales mostraron que dormir más de nueve horas de manera habitual también provoca efectos perniciosos sobre la salud.

El 3 de mayo de 2013 se celebró en Bruselas el evento «Investigación europea básica y clínica sobre el sueño en Horizonte 2020» (European Basic and Clinical Sleep Research Towards Horizon 2020), donde se trataron estas y otras cuestiones. Esta reunión se enmarca en el programa de eventos del «Mes europeo del cerebro», a celebrar en mayo de 2013 por iniciativa de la Dirección General de Investigación e Innovación (Dirección de salud) de la Comisión Europea. Distintos responsables y miembros en activo y anteriores del consejo de administración de la Sociedad Europea de Investigación del Sueño (ESRS) entablarán un debate con funcionarios europeos de distintas comisiones y direcciones generales en torno a las actividades en marcha y los objetivos de las principales redes europeas dedicadas a la ciencia y la medicina del sueño y en torno a su aporte a la ciencia, la salud, la educación y la seguridad vial y laboral. En concreto se tratará sobre la necesidad de poner en marcha una convocatoria específica dedicada al sueño en el próximo programa marco Horizonte 2020.



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