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Los jefes tienen menos estrés por el cortisol

Los jefes tienen menos estrés por el cortisol
NOTICIA de Javi Navarro
25.09.2012 - 11:41h    Actualizado 05.04.2023 - 09:36h

Parece ser que aunque exista una mayor carga de responsabilidades ligada al rol de ser jefe, un estudio de las universidades estadounidenses de Harvard, California y Standford afirma que este cargo no está asociado con niveles altos de estrés, puesto que mostraron menos niveles de nerviosismo. La investigación se publica en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y afirma que, a pesar de la percepción común de que los jefes tienen mayores niveles de estrés que sus subordinados, los altos cargos poseen niveles más bajos de cortisol -conocida como la hormona del estrés- y menos ansiedad.

Los líderes registra menos niveles de cortisol y de ansiedad

El equipo de Jennifer Lerner, autora principal del artículo e investigadora de la Universidad de Harvard, realizó dos estudios para probar los niveles de estrés de los líderes en comparación con las personas de menor categoría profesional. En primer lugar, los científicos administraron cuestionarios de autoevaluación de ansiedad y posteriormente midieron los niveles de cortisol. En esta primera fase se analizó la saliva de 65 personas que no eran jefes y que provenían de un grupo mixto de diversas profesiones.

Por su parte, los 148 jefes que participaron en esta parte del estudio fueron en su mayoría reclutados de un programa de la Universidad de Harvard orientado a la educación ejecutiva gubernamental de militares y funcionarios de alto rango.

“Los líderes registraron menores niveles de cortisol y de ansiedad en comparación con los que no lo eran, sin importar edad, género y etnia”, aseguran.

A continuación, los autores determinaron si los jefes que ocupaban puestos más poderosos y que tenían niveles más bajos de cortisol presentaban una ansiedad mayor que los líderes de niveles más bajos.

Una vez más, los autores encontraron que los líderes de las posiciones más poderosas mostraron menos estrés. “Nuestros resultados sugieren que los niveles de liderazgo podrían estar inversamente ligados al estrés”, concluyen.

¿Eres bueno tomando decisiones en situaciones de estrés? Escupe aquí

Un estudio realizado en la Universidad de Granada por investigadores del grupo de Neuropsicología y Psiconeuroinmunología Clínica ha demostrado que las personas secretan más o menos cortisol en saliva en función de la habilidad que tengan para tomar decisiones cuando se enfrentan a una situación de estrés. Así, los investigadores han demostrado que es posible averiguar si una persona es hábil a la hora de tomar decisiones con un simple análisis de saliva. Han descubierto que las personas menos habilidosas en la toma de decisiones presentan mayores niveles de cortisol (la hormona del estrés) en la saliva que aquellas con buena toma de decisiones, cuando se enfrentan a una situación estresante.

Para realizar este estudio, sus autores emplearon sofisticadas técnicas de realidad virtual, mediante las cuales las participantes (todas mujeres) fueron expuestas a una situación de estrés. De este modo, su trabajo ha concluido que las personas menos habilidosas en la toma de decisiones presentaban al comienzo de una situación estresante mayores niveles de cortisol en saliva que aquellas con buena toma de decisiones. Además, estos niveles de cortisol fueron mayores a lo largo de toda la situación estresante.

El cortisol, la llamada hormona del estrés

Es una hormona esteroide que se segrega desde la corteza suprarrenal en respuesta a la hormona llamada corticotropina (ACTH, por sus siglas en inglés), una hormona de la hipófisis en el cerebro. La secreción de ésta afecta a diferentes sistemas corporales, y juega un importante papel en el sistema musculo-esquelético, el aparato circulatorio, el sistema inmunitario, el metabolismo de grasas, carbohidratos y proteínas y el sistema nervioso.

Recientemente, diversos estudios han demostrado cómo el estrés puede afectar al proceso de toma de decisiones de las personas. Este componente cognitivo podría ser considerado como uno de los recursos de afrontamiento al estrés con el que cuenta el individuo a la hora de enfrentarse a una situación estresante.

Estudio con 40 mujeres sanas
Para comprobar si una adecuada habilidad de toma de decisiones podría modular la respuesta al estrés ante un estresor psicosocial, las investigadoras de la UGR evaluaron el proceso de toma de decisiones de 40 mujeres sanas, a quienes se les aplicó una prueba denominada “Iowa Gambling Task”. Posteriormente expusieron a las participantes a una situación estresante presentada en un entorno virtual, consistente en la realización de un discurso frente a una audiencia virtual. La respuesta al estrés se evaluó mediante la activación del eje hipotalámico hipofisario adrenal, con medidas de cortisol en saliva en diferentes momentos de la situación estresante.

Las profesoras Isabel Peralta y Ana Santos destacan que este estudio “indica de manera preliminar que una buena habilidad de toma de decisiones, que puede ser un importante recurso para el afrontamiento del estrés, está asociada con menores niveles de cortisol ante un estresor psicosocial”. Esto implicaría menores repercusiones del estrés psicológico en la salud ante las diferentes situaciones de toma de decisiones a la que la vida nos enfrenta.

El artículo Can decision-making skills affect responses to psychological stress in healthy women? ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista Psychoneuroendocrinology. Sus autores son Ana Santos Ruiz, María Carmen García Ríos, Juan Carlos Fernández Sánchez, Miguel Pérez García, Miguel Ángel Muñoz García y María Isabel Peralta Ramírez, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada.

El estrés laboral aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares

La Fundación Española del Corazón (FEC) alerta de que el estrés laboral aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular y enfatiza que actualmente la crisis económica favorece la aparición de este factor de riesgo cada vez más común en nuestra sociedad. Y es que la recesión económica de nuestro país, prevista por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para los dos próximos años, aumenta el nerviosismo de aquellos que sufren por mantener su puesto de trabajo, de los que se han quedado desempleados e intentan encontrar un nuevo empleo o de las personas que se ven ahogadas por las deudas.

Varios estudios de la literatura médica han apuntado la asociación existente entre el estrés psicológico y la incidencia de la enfermedad cardiovascular, catalogando el estrés como un nuevo factor de riesgo cardiovascular, comparable a otros clásicos como son la obesidad, el sedentarismo, la diabetes o la hipertensión, entre otros.

Concretamente, y según el estudio “Psychological Distress as a Risk Factor for Cardiovascular Events: Pathophysiological and Behavioral Mechanisms” publicado en Journal of American College of Cardiology, realizado por el departamento de epidemiología y salud pública del University College de Londres, existe relación entre enfermedad cardiovascular y estrés mental, pues tras analizar el estrés psicológico en 6.576 mujeres y hombres sanos mediante cuestionarios específicos, se demostró que existían cambios conductuales adaptativos inducidos por el estrés, de tal manera que las personas que sufrían más estrés mostraban hábitos de vida menos saludables, destacando el sedentarismo, el hábito tabáquico y el consumo de alcohol, siendo así más propensas a desarrollar una enfermedad cardiovascular, pues la suma de varios factores de riesgo aumenta las posibilidades de padecer algún tipo de enfermedad cardiovascular.

Otro estudio, titulado: “Lack of Predictability at Work and Risk of Acute Myocardial Infarction: An 18-year Prospective Study of Industrial Employees”, desarrollado en los países escandinavos y publicado en American Journal of Public Heath, sugiere como, de modo general, la inestabilidad y la baja seguridad laboral pueden estar asociadas a un riesgo aumentado de sufrir un infarto agudo de miocardio en trabajadores sanos de edad media sin enfermedad cardiovascular previa.

La explicación radica en que el estrés es el gran causante del aumento de la secreción de las catecolaminas y el cortisol plasmático (hormonas producidas por las glándulas suprarrenales). Esta activación neurohormonal induce a cambios hemodinámicos, como son el incremento de la tensión arterial y de la frecuencia cardíaca; las alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina; el aumento de la agregación plaquetaria; la disfunción endotelial; el aumento en la resistencia vascular sistémica; la inestabilidad de la placa de ateroma; la alteración del flujo coronario; las arritmias ventriculares y el desencadenamiento de fenómenos inflamatorios e inmunológicos.

Estos cambios pueden favorecer el desarrollo de la aterosclerosis, llevando a complicaciones cardiovasculares asociadas, tales como la enfermedad coronaria o los accidentes cerebrovasculares.

“La respuesta ante el estrés, un mecanismo adaptativo fisiológico que permite al organismo contrarrestar los estímulos negativos, desencadena la activación de una compleja cascada hormonal, la cual es fisiológicamente útil para luchar contra los factores estresantes.

Sin embargo, la activación repetida o exagerada, secundaria a un estrés psicológico mantenido, resulta finalmente dañina para el organismo, debido a los efectos adversos de la activación neuroendocrina mantenida sobre el estado hemodinámico, metabólico e inmunológico del organismo”, apunta el Dr. Agustín Pastor, tesorero de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), “aunque la asociación entre estrés psicológico y riesgo cardiovascular está bien establecida, los mecanismos intermedios que pueden precipitar el estado de enfermedad, todavía están por aclarar. Los cambios en el comportamiento, como el tabaquismo excesivo, la inactividad física y los hábitos dietéticos inadecuados pueden surgir como una respuesta adaptativa o de supervivencia ante el estrés psicológico, actuando por tanto como factores intermedios potenciales en el proceso de la enfermedad”, explica el especialista.

“Conocer los procesos conductuales y fisiopatológicos que actúan entre el estrés psicológico y la enfermedad cardiovascular proporcionarán la clave para comprender y tratar el estrés psicológico en un intento de reducir el riesgo cardiovascular”, concluye el Dr. Pastor.

Recomendaciones para disminuir el riesgo cardiovascular asociado al estrés

Puesto que es muy difícil actuar sobre los factores psicosociales, puesto que en muchos casos dependen de condiciones externas, no controlables por el propio paciente, es necesario incidir en mayor medida en el control de los factores de riesgo cardiovascular modificables clásicos, como son el hábito tabáquico, la obesidad, el sedentarismo, la hipertensión, la diabetes y la hiperlipemia, a través de la realización de ejercicio físico de forma regular y tratando de controlar periódicamente los niveles de presión arterial, glucemia y lípidos.

El ejercicio físico aeróbico practicado de forma regular, treinta minutos diarios, seis veces a la semana, es una dosis de ejercicio “efectivo” para mejorar el estado de ánimo en pacientes depresivos, teniendo en cuenta, además, el efecto beneficioso sobre el riesgo cardiovascular.

Es importante en estas circunstancias de estrés, fortalecer los lazos familiares, de grupo y de amistad que permitan al paciente con estrés sentirse apoyado y escuchado, pudiendo verbalizar y aislar su angustia, aunque sea de forma transitoria, evitando de esta forma fenómenos de aislamiento social.

Asimismo estos pacientes pueden beneficiarse de técnicas de reducción y manejo del estrés, tales como el yoga, la meditación, el estudio de la respiración o clases específicas de reducción del estrés proporcionadas por profesionales basadas en técnicas de “mindfulness”.

En paralelo con estas medidas, y si la situación lo requiere, tanto el médico de atención primaria como el cardiólogo pueden estar atentos a la necesidad de administrar fármacos (ansiolíticos, antidepresivos) o referir al paciente a tratamiento específico con psicólogo o psiquiatra, dependiendo del contexto.

El estrés laboral, factor de riesgo para ser hipertenso

Las personas con trabajos estresantes presentan cifras más elevadas de presión arterial y, por tanto, mayor riesgo de padecer hipertensión. Los expertos lo confirman: el estrés es ya un factor de riesgo más para el desarrollo de la hipertensión arterial.

Según la doctora Natividad Crespo, doctora en Psicología, “el estrés ya cuenta, junto a otros como la obesidad, la excesiva ingesta de sal o el sedentarismo, como una situación más de riesgo para el desarrollo y mantenimiento de la hipertensión,”. Y es que, el ritmo de vida de determinadas personas puede ser un condicionante claro para el aumento de las cifras de presión arterial.

“La actividad laboral -de hecho- se asocia al incremento en los valores medios de presión arterial. Así, diversos estudios señalan que las personas que tienen trabajos denominados -estresantes- cuentan con niveles más elevados de presión arterial y, por tanto, un mayor riesgo de padecer hipertensión en comparación con los que tienen trabajos más relajados”, explica la doctora Crespo, durante el taller de trabajo sobre ‘Estrategias básicas para la prevención y el manejo del estrés’ durante la 7ª Reunión de Enfermería de Hipertensión y Riesgo Cardiovascular (EHRICA), que está teniendo lugar estos días en el marco de la 13ª Reunión Nacional de la Sociedad Española de Hipertensión-liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-lELHA).

El estrés es una activación psicofisiológica del organismo ante demandas o exigencias ambientales que valoramos como amenazantes o desbordantes. Cuando se mantiene un nivel elevado y continuado de estrés en las actividades cotidianas, puede tener repercusiones en el organismo a través de diferentes trastornos, a nivel cardiovascular, gastrointestinal, respiratorio, muscular o dermatológico, entre otros. Aunque, en general, el estrés puede afectar a cualquier persona, “la respuesta a este depende de los aspectos individuales de cada individuo”, asegura la experta.

Y añade, “existen factores, como la valoración de amenaza que la situación representa para cada individuo, la presencia o no de antecedentes familiares de hipertensión arterial y la existencia de diferencias en la reactividad cardiovascular y nerviosa simpática, que van a ser determinantes para valorar el alcance del estrés en cada sujeto”, explica la doctora Crespo.

Las emociones y la hipertensión

Diversas respuestas emocionales generan cambios temporales y algunos desequilibrios en la homeostasis de los sistemas fisiológicos de las personas y, muy especialmente, aumentos en la activación de la rama simpática. De este modo, “se generan efectos sobre el sistema cardiovascular que conllevan elevaciones de la presión arterial”, explica la doctora.

Existen varias formas muy sencillas de controlar el estrés y de ayudarnos disminuir las cifras de presión arterial: organizar bien nuestro tiempo, llevar una adecuada alimentación, mantener una actitud positiva y realizar ejercicio físico, pueden ayudar en esta tarde. Además, “la práctica de técnicas de control de estrés ha demostrado que reducen los niveles de hipertensión de los pacientes”. Los programas de manejo de estrés suelen combinar técnicas de desactivación psicofisiológica como la relajación, con técnicas cognitivas orientadas a la modificación de pensamientos desadaptativos como la reestructuración cognitiva y el entrenamiento en solución de problemas.

Pacientes implicados, pacientes controlados
El éxito de este tipo de técnicas pasa, sin lugar a dudas, por la implicación del paciente en su salud. Para ello, resulta imprescindible la labor de educación sanitaria que desarrolla el personal de enfermería.

Según Lucía Guerrero, presidenta de la recién constituida Asociación de Enfermería de Hipertensión y Riesgo Cardiovascular (EHRICA), “la enfermería tiene que contar con conocimientos más sólidos que les permitan transmitir a los pacientes los conocimientos que debe tener para realizar adecuadamente su tratamiento, tanto higiénico-dietético, como farmacológico. – Y añade – no se trata únicamente de un problema de formación, sino de información”. La implicación del paciente es fundamental para conseguir un control óptimo de sus cifras de presión arterial. “La empatía entre el médico y el paciente es una herramienta muy útil para conseguir el paciente se implique y conciencie sobre la importancia de la enfermedad y sus posibles riesgos”, destaca Lucía Guerrero. Además, está demostrado que cuanto más conocimiento tiene el paciente sobre su propia patología, mejor será su cumplimiento y su adherencia al tratamiento.

A mayor inteligencia emocional, más ‘tablas’ para afrontar situaciones laborales de estrés

Investigadores de la Universidad de Jaén, dirigidos por Esther López Zafra, han comprobado la relación entre la inteligencia emocional y el bienestar psicológico. Esta investigación ha sido publicada en una de las revistas de mayor impacto en psicología, Journal of Happyness Studies. Los resultados del estudio indican que las personas con mayor inteligencia emocional son capaces de afrontar mejor los estados de estrés y conseguir manejar las situaciones de tal manera que no afecten tanto en la vida diaria. Para ello han trabajado con los colectivos que están sometidos a mayor estrés laboral diario, las ramas de sanidad y docencia.

“La inteligencia emocional es un concepto que se centra en las emociones más allá del ámbito afectivo y cognitivo ya que no solo nos regimos por lo que pensamos, muchas veces lo hacemos por emociones. Se ha demostrado que hay personas más inteligentes emocionalmente que son capaces de regular las emociones, tanto las propias como las de los demás, y que esto les permite afrontar mejor el estrés y las dificultades”, explica la investigadora López Zafra.

Esta investigación ha comprobado a través de modelos de ecuaciones estructurales las relaciones que se establecen entre las variables estudiadas.

Además, el equipo está desarrollando un programa de intervención que enseña a trabajar mejor en situaciones de sobrecarga laboral y ayuda a los trabajadores a adaptarse en distintos ámbitos. Para ello han elaborado diversos talleres en los que se trabaja con percepción, comprensión, facilitación y regulación de las emociones, con los que se entrena la inteligencia emocional.

“Por primera vez se ha aplicado este concepto al ámbito organizacional, y los resultados obtenidos indican que el trabajador rinde más y tiene mejores relaciones con los compañeros, lo que se traduce en una vida laboral y personal más saludable“, concluye Esther López Zafra.

En definitiva, los científicos jiennenses han ampliado el análisis de la inteligencia emocional a diferentes colectivos en los que antes no se trabajaba, tales como el ámbito penitenciario con presos por violencia de género, ámbito organizacional trabajando con líderes, o ancianos residentes.

Además, han adaptado y validado nuevos instrumentos que ya existían en lengua inglesa, pero no en español, gracias a un proyecto del plan propio de investigación de la Universidad de Jaén, dándole potencia metodológica a este concepto, es por ello que la adaptación de uno de estos instrumentos será publicado en breve en la revista científica española Psicothema.