Cómo la ineficiencia energética afecta a tu hogar y a tu economía
La ineficiencia energética en los hogares se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las políticas nacionales y europeas, especialmente en el contexto de la descarbonización y la lucha contra el cambio climático. Según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), las viviendas españolas consumen más del 20% de toda la energía nacional, lo que convierte este ámbito en un objetivo fundamental dentro de las estrategias de rehabilitación. Sin embargo, a pesar de que solo un 9% de la población española ha mejorado el aislamiento de su vivienda en los últimos seis meses —frente al 14% de media en Europa—, las consecuencias de esta ineficiencia son diversas y, muchas veces, invisibles. De hecho, existen seis riesgos invisibles de las viviendas energéticamente ineficientes.
1. Pérdida de hasta un 30% de energía
Según la Asociación Española de Fabricantes de Lanas Minerales, las viviendas con aislamiento insuficiente pueden perder hasta un 30% de la energía a través de techos, paredes y suelos. Esto implica que, a pesar de que la calefacción o el aire acondicionado funcionen adecuadamente, gran parte del calor en invierno o del frescor en verano se escapa al exterior, ocasionando un consumo energético mucho más elevado.
“El aislamiento térmico se ha consolidado como la medida más determinante”, aseguran los expertos de Sto Ibérica, filial alemana de soluciones constructivas innovadoras. “No solo por su impacto en la reducción de emisiones, sino también por su capacidad de generar ahorros directos en la factura energética”, añaden.
2. Sobrecoste económico a largo plazo
La falta de un aislamiento adecuado en una vivienda de 90 m² puede generar un sobrecoste que supere los 500 € anuales. A largo plazo, esto equivale a más de 15.000 € en un período de 30 años, un coste invisible que se acumula con el tiempo y que representa una carga económica real para las familias.
3. Mayor riesgo de caer en pobreza energética
Casi el 58% de los edificios españoles se construyeron sin cumplir ninguna normativa de eficiencia energética, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Este déficit tiene consecuencias directas: el Informe sobre el Estado de la Unión de la Energía 2024 revela que hasta un 20,8% de los hogares españoles no pudieron mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno pasado, el doble del promedio europeo (10,6%). Esta situación obliga a las familias a destinar una mayor proporción de sus ingresos a la energía, aumentando el riesgo de vulnerabilidad económica.
4. Pérdida de valor del inmueble en el mercado
Según el estudio ‘¿Influye la eficiencia energética en el precio del inmueble?’ del Banco de España, los inmuebles con una calificación energética A o B se venden de media hasta un 9,7% más caros que los que tienen una calificación F o G. Las propiedades menos eficientes, aunque puedan parecer más económicas inicialmente, tienden a perder competitividad en el mercado, tardando más en venderse o incluso quedando fuera de la comparación con otras propiedades mejor valoradas.
5. Bienestar y calidad de vida, otro de los grandes afectados
La falta de aislamiento y una ventilación inadecuada pueden propiciar la acumulación de humedad o moho, además de provocar variaciones de temperatura dentro del hogar. Esto puede afectar la salud de los habitantes, generando molestias como sensación de frío o calor, cansancio o un sueño menos reparador, e incluso puede aumentar el riesgo de padecer trastornos como ansiedad o depresión.
6. Deterioro estructural y mayores costes de mantenimiento
El gasto directo en calefacción o aire acondicionado se ve incrementado por el impacto en la conservación del edificio. La exposición continua a cambios térmicos y a la humedad puede generar fisuras y daños en los materiales, lo que a medio y largo plazo da como resultado reparaciones costosas. La implementación de sistemas de aislamiento térmico exterior (SATE o fachadas ventiladas) es una inversión estratégica que reduce el consumo desde el primer momento, protegiendo la vivienda y evitando costes futuros asociados al mantenimiento.
