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La información de seguridad de los productos químicos de consumo es insuficiente

Informe sobre dónde preferimos comprar diferentes productos de consumo.
NOTICIA de Javi Navarro
08.10.2013 - 17:14h    Actualizado 21.03.2023 - 11:38h

¿Ha tenido problemas con productos químicos por no disponer de una información visible? Uno de cada 3 consumidores sí, por lo que se reclama que aumente la seguridad de los mismos en aspectos como ampliar el tamaño de la letra (70 %), evitar la colocación en el punto de venta de los productos con mayor riesgo al alcance de cualquiera (66 %) o dedicar más espacio en las etiquetas a las advertencias de peligro (66 %). El estudio se ha realizado a partir de 1.537 entrevistas personales realizadas a la salida de diversos tipos de establecimientos: gran superficie, súper, tienda especializada y “chinos”, y un tercio de los consumidores asegura que si hubieran tenido información más visible o suficiente, no hubieran comprado tal producto. ¿A quién interesa entonces que no se vea la información de seguridad?

CEACCU ha presentado los resultados de su estudio “Los consumidores ante la seguridad de los productos”, en el que se pone en evidencia las lagunas en la protección al consumidor en materia de seguridad, aborda sus hábitos de compra, el impacto del precio en la seguridad, la percepción de los riesgos y la eficacia de la información que reciben. Sus principales conclusiones son las siguientes:

¿Dónde compramos productos susceptibles de riesgo? ¿Renunciamos a una mayor seguridad por ahorrar?
Las respuestas varían según el tipo de producto: Mientras que los alimentos, los productos químicos y los juguetes los compramos mayoritariamente en grandes superficies, para adquirir aparatos eléctricos y cosméticos recurrimos más a tiendas especializadas En grandes superficies adquirimos fundamentalmente alimentos (97,6 %) y productos químicos (84,5 %), pero también: juguetes (59,4 %), aparatos eléctricos (55,9 %) y cosméticos (54,7 %). La tienda especializada predomina en las compras de aparatos eléctricos (79,4 %), cosméticos (70,2 %), alimentos (60,4 %) y juguetes (58,5 %), además, del 100 % de los de medicamentos, en referencia a las farmacias.

Aún así, en los bazares de conveniencia conocidos como “chinos” compramos productos químicos (20,1 % de los encuestados), juguetes (el 17,9 % de los encuestados), aparatos eléctricos (el (el 14,7 % de los encuestados), y comida (el 6 % de los encuestados) y cosméticos (el 2 % de los encuestados).

¿Qué es lo que decide nuestra compra? ¿La seguridad o el precio?
Los hábitos de compra descritos no siempre se corresponden con una mayor valoración de la seguridad: así, el tipo de establecimiento que más se valora para las compras de alimentación, juguetes o productos químicos son las tiendas especializadas, con una puntuación de 4,2; 4,4 y 4,5 sobre 5 respectivamente. Solo en el caso de cosméticos y aparatos químicos coincide el tipo de comercio mayoritario con la mejor percepción de seguridad. Para todos los productos, el “precio” es el motivo de recurrir a tiendas “de chinos”, que son también el establecimiento menos valorado en cuanto a seguridad. En cuanto al perfil sociodemográfico de los encuestados, aunque se han registrado algunas diferencias por tipo de productos, en general, hay mayor posibilidad de renunciar a la seguridad (a la valoración que se hace del establecimiento respecto a esta) según crece la edad y desciende el nivel económico.

Percepción del riesgo: alimentos, productos químicos…


Los consumidores consideran que los problemas de seguridad pueden venir, en el caso de los alimentos, por falta de frescura (44 %); en los juguetes por el riesgo de asfixia; en los productos químicos por intoxicación; en aparatos eléctricos, por electrocución; en cosméticos por alergias y en medicamentos por las posibles reacciones adversas.

Con más detalle, los riesgos potenciales que más preocupan a los consumidores por tipo de producto, son:

Alimentación: la “falta de frescura de los productos que se adquieren”, con un 44 % de respuesta (que aumenta hasta un 90 % cuando la respuesta no es espontánea); “reacciones alérgicas”, con un 32 %; “presencia de pesticidas y aditivos”, con un 21 %; y la “contaminación por bacterias o virus”, también con un 21 %.

Juguetes: La percepción de los mayores riesgos derivados del uso de juguetes son el “riesgo de asfixia”, con un 44 % de respuesta espontánea; y los “riesgos mecánicos”, es decir, rotura de partes del juguete o deformaciones que causen heridas, con un 32 %.

Artículos de limpieza para el hogar.

Químicos: El “riesgo de intoxicación” por el uso de productos químicos es el más percibido por los consumidores con un 64 % de respuesta espontánea. Las mujeres, las personas más jóvenes y quienes tienen mayores niveles socioeconómicos son las que perciben este riesgo. Los “riesgos de irritación” suponen la segunda opción con mayor respuesta, 35 %. Un 13 % señala, de forma espontánea, el riesgo de ser “perjudicial para el medio ambiente”.

El riesgo que más se percibe por el uso de pequeños aparatos eléctricos es el de “electrocución”, con el 58 % de las menciones espontáneas. El “riesgo de incendio” es el segundo más mencionado con un 32 %. Sin embargo, el “riesgo de cortes o heridas por deformaciones en los productos” se tiene en menor consideración.

Sugiriendo los distintos riesgos relacionados con los cosméticos, las “alergias”, como ya se ha dicho, alcanzan un nivel de respuesta superior al 90 %.

En el uso de medicamentos, los mayores riesgos percibidos, de forma espontánea, son las “posibles reacciones adversas” que puedan provocar, con un 50 % de menciones; y la “intoxicación inmediata”, con un 34 %.

Las personas de mayor edad son las que menos perciben los riesgos en general, (exceptuando medicamentos), mientras que la población con mayor nivel socioeconómico es más consciente de los riesgos.

En cuanto a la seguridad de nuestros hábitos en el consumo de medicamentos, el informe de CEACCU pone de manifiesto que guardar las medicinas sobrantes tras un tratamiento es una práctica muy generalizada (responden afirmativamente el 71 %), y más si se trata de mujeres y personas mayores. Además, hasta un 42 % ha comprado alguna vez antibióticos sin receta médica, y un 2 % ha adquirido medicamentos por Internet.

La información sobre los riesgos

  • Las indicaciones relativas a la edad para el uso de juguetes son en las que más nos fijamos de los etiquetados de los productos y que más influyen en la compra: así lo consideran más del 50 % de las personas que compran juguetes.
  • Las indicaciones que más influyen en la compra de productos son las relativas a la “edad adecuada de los niños” en el caso de los juguetes. En el otro extremo se encuentran los pictogramas de peligro en productos químicos, que son las indicaciones que menos influyen a la hora de adquirir estos productos. Más del 30 % lo consideran nada influyente.
  • A pesar de la importancia que se le concede, algo más de la cuarta parte de los entrevistados no conoce el significado del símbolo “CE” en los juguetes: Entre las personas que eligen una interpretación incorrecta (“Es un producto fabricado en cualquiera de los países de la UE”, en lugar de “Es un producto que cumple con las normas de la UE en seguridad, salud y medio ambiente”), las que no conocen el significado del símbolo y las que no han visto nunca el símbolo se alcanza el 28 %.
  • Las mujeres y las personas con mayor nivel socioeconómico son los perfiles que más importancia dan a la información de los riesgos en el etiquetado.
  • Los pictogramas que informan sobre los riesgos de algunos productos contienen la información que es menos visible, con una puntuación de 2,8 sobre un rango máximo de 5. Las personas de mayor edad critican la visibilidad y suficiencia de estas indicaciones.
  • Los productos químicos son los que mayores riesgos han supuesto al consumidor por no disponer de una información visible y suficiente son: El 29 % de los entrevistados afirma haber tenido problemas por este motivo.

Lo que piden los consumidores
Para mejorar la información, y así reducir los riesgos, los consumidores piden principalmente: Ampliar el tamaño de la letra (70 %), evitar la colocación en el punto de venta de los productos de mayor riesgo al alcance de cualquiera (66 %), dedicar más espacio en las etiquetas a las advertencias de peligro (66 %), y mejorar las advertencias sobre la eliminación del producto para reducir el impacto medioambiental (60 %).